Ha sido devastadora la influencia de la Iglesia Evangelista en las comunidades indígenas del continente hermano, tuve la mala suerte de verlos en vivo allá por el principio del año 2000, cuando viajé a Argentina para desarrollar un trabajo de apoyo a una organización en defensa de los derechos de los pueblos originarios, los santurrones biblia en mano se establecían en chabolas de madera, mejores montadas que donde vivían los wichí en el Pilcomayo, cerca de la frontera con Paraguay.
A pocos metros de la iglesia un bar, en la rudimentaria taberna alcohol puro para los indios en botellitas pequeñas de medio peso, se vendían como rosquillas, generando en pocos meses miles de casos de alcoholismo en hombres que tal vez nunca habían probado ese tipo de licores tan fuertes, también en el entorno del templo de madera, un poco más allá, cerca de la tienda-bar niñas indias ejerciendo la prostitución, a escasos kilómetros las madereras devastando la ya escasa selva y sus animales.
Recuerdo el caso de un niño de ocho años que fue hospitalizado por una gastroenteritis en una clínica de Salta, a las pocas semanas llegó muerto, no le quedaba ni un órgano en su cuerpo, hasta las retinas le arrancaron. Se dio cuenta al pastor que era emigrante checo, este lo comunicó por fax al arzobispo de Canterbury, todos quedamos con la esperanza de que harían algo al ser un menor de la misma comunidad, también denominada weenhayey (diferentes), cuyos padres pertenecían a la comunidad evangélica, pero nada de nada, llegó una carta oficial desde el arzobispado en el Reino Unido a las pocas semanas, donde decía que era mejor no enojar a las autoridades, que se guardara silencio, vi como enterraban al pobre niño destrozado por los bisturís del negocio del tráfico de órganos, sus padres lloraban, la comunidad entera agachaba la cabeza ante el nuevo "desliz" de aquellos asesinos con biblias en las manos.
Esta situación tan triste era quizá el embrión de lo que está pasando ahora mismo en Bolivia, donde los fanáticos de esta iglesia evangélico-sionista están asesinando al pueblo, imponiendo un golpe fascista, un gobierno de una criminal de lesa humanidad llamada Jeanine Áñez. Todo sea por el litio y el enriquecimiento de multinacionales norteamericanas y europeas, las migajas las recogen los que ahora mismo están usando al ejército para reprimir violentamente a los pueblos originarios de este desgraciado país.
Ya la Iglesia Católica asesinó lo suficiente, tampoco se posiciona del lado de los oprimidos, ahora quien ejecuta y dirige el genocidio indígena son otros, misma parafernalia, mismas mentiras, mismas violaciones de derechos, mismo lavado de cerebro con la mierda de la religión.
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