viernes, 27 de octubre de 2017

Resistencia en el infinito de la oscuridad

-Separatista cabrón te voy a abrir la cabeza- le dijo el falangista tinerfeño Heliodoro Conejo al joven teldense Juanjo Ojeda, cuando lo llevaba preso al centro de detención y tortura del barrio de Arenales.

El muchacho de dieciocho años fue detenido en Casa Pastores esa misma madrugada, lo sacaron a la fuerza de su casa, escuchó los golpes y los gritos cuando dormía profundamente, al rato lo metieron en un camión del Conde repleto de hombres detenidos de toda zona sureste y sur de Gran Canaria, se encontró con compañeros del sindicato de Tunte, Juan Grande, Cercados de Araña, Ingenio, Agüimes, Arinaga, todos atados, sentados en el suelo, con muchas magulladuras y heridas por los constantes golpes de los fascistas.

La improvisada comisaría estaba repleta de uniformados, falanges, guardias civiles, guardias de asalto, tipos vestidos de civil con varas de acebuche en las manos azotando a los recién llegados, insultando, amedrentando a quienes habían traído a la fuerza desde los más remotos rincones del territorio insular.

A Juanjo lo metieron en una sala donde había un hombre mayor colgado por las piernas boca abajo, se estaba desangrando por las profundas heridas generadas por la pinga de buey, lo miró un instante, le sonó su cara y al rato supo que era Juan Pérez el maestro de Mogán, militante anarquista de la CNT, muy querido por los vecinos de este pago, por las niñas y niños, a los que ofrecía una educación liberadora, siempre en la naturaleza, en las montañas, en las playas más remotas, tratando al alumnado con un cariño desconocido hasta esos años de la incipiente República.

Dos de los torturadores salieron un momento por que se formó una pelea en otra de las salas, don Juan se le quedó mirando, los ojos vidriosos, rojos, tras varias jornadas ininterrumpidas de todo tipo de vejaciones:

-No les ruegues, no te quejes, no les llores, no les des ningún dato de los compañeros, te va a doler mucho, vas a sufrir lo que nunca has sufrido, pero piensa en esos instantes en los mejores momentos de tu vida, en tu infancia, en el cariño de tu madre, en las mujeres que has amado, pero no te hundas, no les des el placer de verte llorar, porque ya estamos muertos, ni tu ni yo vamos a sobrevivir, hagas lo que hagas, digas lo que digas nos van a matar de la misma forma- dijo el viejo maestro antes de que volvieran a entrar los verdugos.

A Juanjo lo dejaron en un rincón de la siniestra habitación, para seguir golpeando al docente, los torturadores ya no preguntaban nada, solo le pegaban tan fuerte que la carne y la sangre salpicaba contra la pared.

En unos minutos el hombre colgado dejó de respirar, exhalo todo el aire que llevaba en los pulmones, no le quitó la mirada a los ojos desalados del muchacho, mostraba una leve sonrisa.

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Pintura página "Verdad Histórica"  guerra interna en Perú

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