miércoles, 25 de octubre de 2017

Reminiscencia de la noche más terrible

A pesar de la avanzada demencia senil, Gilberto Acosta se acordaba del pasado remoto, no olvidaba aquella noche de octubre de 1936, cuando un grupo de fascistas de Falange y Acción Ciudadana entraron a la fuerza en su casa del barrio de Guanarteme.

María Elena Rosales, la enfermera de la clínica junto a la playa de La Garita en Telde, lo atendía cada día, le gustaba la tranquilidad que transmitía en los paseos por el jardín y el paseo marítimo. Cuando hablaba del presente decía todo tipo de incoherencias, no conocía a nadie, ni siquiera a su nieta Famara que venía a verlo los sábados por la tarde.

Allí se quedaban los dos sentados mirando por la ventana la llegada del atardecer, ella casi nunca le hablaba, pensaba que no la entendía, pero el viejo se alegraba de que aunque no la conociera aquella joven lo visitara, un rostro bello, la fragancia de la juventud que todavía tenía guardada en algún lugar de su confundido cerebro, la muchacha le agarraba la mano, le acariciaba los dedos y en algunos momentos contaba su historia, siempre la misma, hasta el mínimo detalle, lo que según don Juan Florido. el neurólogo, demostraba que todo había sucedido exactamente como lo relataba:

-Mi niña ya mamá nos había acostado, dormíamos mi hermanito Gerardo y yo en la misma cama, las niñas Eloísa y Berta en la habitación junto a la puerta que daba a la Playa de Las Canteras, estaba todo tranquilito, allí casi no había ruido, solo se escuchaban las olas y el canto de las pardelas, hasta que llegaron aquellos hombres dando golpes en la puerta, gritando el nombre de mi padre- decía el anciano mirando al horizonte, Famara lo escuchaba con atención, con respeto, no le importaba, incluso le gustaba haber escuchado la misma historia decenas de veces:

-Primero golpearon a mi padre con una fuerte patada en su pecho, lo tiraron al suelo y le siguieron pegando como fieras salvajes, mi madre salió a pedir explicaciones y uno de los falangistas muy gordo y calvo, que trabajaba en la factoría Lloret, la agarró por detrás y le rompió el camisón dejando sus pechos al aire, aquellos asesinos reían y la metieron en el cuarto de las niñas, haciendo cola para violarlas, solo se escuchaban los gritos de las niñas, mi madre rogando por la Virgen María que las dejaran, que las dejaran por favor, que no tenían más de doce años, que la violaran solo a ella, pero la respuesta de los hombres eran risas y burlas, formando una fila en la entrada del cuarto, casi veinte tipos vestidos de azul, cuatro guardias civiles y dos guardias de asalto pasándose de mano en mano varias botellas de ron aldeano- dijo Gilberto y se quedó en silencio, dejó de hablar unos instantes, Famara le dio un poco de agua con un vaso de cristal, la miró a los ojos y los tenía repletos de lágrimas:

-Mi padre ya no se sabía dónde estaba, lo sacaron atado con las manos a la espalda hacia un camión que estaba parado junto a una duna de arena, por la ventana vimos Gerardillo y yo como lo subían entre golpes, había muchos más hombres dentro, todos amarrados, con las ropas llenas de sangre y muchas heridas en su cara, brazos y piernas, nosotros no podíamos salir de la cama, dos falangistas nos vigilaban, parecían borrachos, porque no paraban de reírse de los gritos de mis hermanas y mi madre, eran alaridos de dolor, la niñas chillaban y aquellos fascistas criminales las insultaban, a mi madre ya no se la escuchaba, al rato vimos que la sacaban de la casa hacia la playa entre dos falanges y parecía estar inconsciente, se fueron hacia el norte con ella, ya nunca más la volvimos a ver- exclamó limpiándose la boca con un pañuelo blanco sin dejar de mirar al mar.

Ese día no habló más, no contó como se lo llevaron junto a su hermano a la Casa del Niño en el barrio de San José, tampoco dijo nada del día en que los separaron, porque según le dijo sor Amparo, Luisito ahora tenía una nueva familia en Tenerife.

La muchacha lo abrazó unos segundos, Gilberto le dio unas palmaditas en la espalda con mucho cariño y le dijo al oído algo que nunca le había dicho:

-A mi me queda poquito en esta tierra pero nunca olvides lo que nos pasó a tu familia, no olvides, no perdones, porque si lo haces estarás perdida-

http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es

"Colgado", pintura de Anhelo Hernández Ríos (Uruguay)

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