viernes, 15 de septiembre de 2017

Vientos de masacre

La Montañeta de Tamaraceite se vio inundada en menos de media hora de cientos de falangistas, uno en cada esquina armados con máusers y pistolas Astra 400 de 9 mm corto, las ventanas y puertas de cada casa cerradas a cal y canto, mientras los fascistas esperaban ordenes del lujoso coche negro que estaba aparcado delante de la Casa Consistorial en la vieja Carretera General.

Junto a La Cruz había ya doce hombres detenido, les amarraban las manos a la espalda con la soga de pitera, las muñecas tan apretadas que se les cortaba la circulación de la sangre, del coche se bajó un hombre vestido de negro, bigote fino y un brazalete con el escudo de Falange, por la otra puerta el hijo del Conde y el conocido empresario apellidado Fuentes.

El hombre de negro terrateniente de Firgas de apellido Guerra encendió un habano con un mechero de gasolina y se cruzó de brazos, formando un pequeño corro con los otros dos fascistas:

-La clave es barrer de arriba pa bajo casa por casa, en mi lista tengo como treinta rojos de los que hay que matar sobre la marcha, las direcciones ya las tienen los guardias Pernía, Santos y el Falange Paco Bravo- dijo con sorna el joven Borja miembro de la nobleza isleña.

-Las mujeres jóvenes hijas o nietas de los detenidos me las ponen aparte en el camión del mayordomo de la marquesa- comentó el empresario tabaquero con una media sonrisa.

Los tres entraron en la sede municipal del ayuntamiento de San Lorenzo que estaba repleta de hombres armados, bajaron al calabozo conocido como “El Cuartelillo”, allí estaba en alcalde comunista Juan Santana Vega con una herida abierta en la cabeza, junto a más de cuarenta hombres, todos hacinados en un espacio donde apenas podían moverse asfixiados por el calor.

En el suelo un señor mayor estaba desvanecido, aparentemente muerto, también varios niños de no más de quince años que se aferraban a la reja pidiendo agua:

-A todos estos hay “que darles café” por la vía rápida desde que venga el camión de Verdugo, unos pa la Sima Jinámar, otros pa los pozos de Tenoya y Arucas y los cabecillas al consejo de guerra en el cuartel de La Isleta- dijo entre risas el cacique Guerra con su traje negro ajustado mientras daba una calada al cigarro cubano.

De la zona alta de Tamaraceite bajaban cientos de hombres y mujeres atados entre golpes, patadas, puñetazos, latigazos con las varas de acebuche y las pingas de buey, el espectáculo era dantesco, parecía una procesión de la muerte, dejaban un reguero de sangre, mientras avanzaban y bajaban por la calle de la sede Falange, hasta los cinco camiones que esperaban en las fincas agrícolas de Las Casas de Abajo, cedidas por los Cabrera y los Naranjo para clasificar cada asesinato, colaborar activamente con el genocidio.

El grupo de reos llegaban destrozados a los vehículos de la muerte, los metían a patadas, quien se atrevía a mirar a la cara de los falanges le golpeaban en la cabeza con las culatas de los fusiles, tenían que ir con las cabezas gachas, mirando al suelo, estaba prohibido girar la cara, mirar a los lados, hablar con los compañeros, pronunciar palabra, incluso hasta gemir de dolor:

-Este trabajo está hecho dijo el jefe de acción social de Falange con su impecable traje negro, vamos un rato a la casa de Julita, allí hay buenas putas y bebida gratis-

El tabaquero dio instrucciones a los falangistas encargados del camión de las mujeres:

-Directas pa la hacienda de la Marquesa en Moya, yo me acerco esta noche con el grupo de amigos, que estén limpias, encadenadas como perras y bien puestas que tenemos "fiesta"-

http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es

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