"(...)
Vimos varias veces a don Antonio, el cura, rondando por la parte baja del
bosque de acebuches mirando parriba,
no era normal que el párroco de Moya se acercara por el remoto pago de Los
Toscales, enseguida Sebastián y yo pensamos que alguien le tenía que haber
dicho que en la casa-cueva de Inesita Almeida estábamos viviendo dos hombres
"en pecado".
No nos preocupamos porque ya nos había pasado varios
años antes cuando vivimos en el Barranco del Laurel, cuando fuimos vigilados
por los vecinos y hasta por don Fernando, el cura de Fontanales, que se acercó
varias veces a nuestra casa, pero no pasó nada más que alguna reprimenda:
-Hijos míos ya sabéis que nuestro señor lo ve todo y que no se puede manchar su
santa misericordia- nos dijo el viejo diacono, lo que hicimos fue recogerlo
todo y marcharnos cada uno con nuestras familias para evitar problemas.
Pero en
el año 35 decidimos de nuevo vivir juntos en un lugar más discreto y alejado de
la población, por eso acordamos alquilar la casa de Inesita a cambio de
trabajarle sus tierras y cuidarle sus cabras guanilas que estaban sueltas por
esos bosques de laurisilva.
Era la noche de Navidad del 37, habíamos cenado y
tomado dos botellas de vino del Lentiscal, estábamos los dos abrazados en el
camastro de paja, cuando escuchamos los golpes en la puerta, los disparos que
mataron los dos perros ratoneros, los insultos de los falangistas, las arengas
de don Antonio. Fue todo tan rápido, a Sebas lo sacaron desnudo y allí mismo le
metieron un hierro al rojo vivo por el culo hasta causarle la muerte, a mi me
colgaron por las piernas del tendedero y comenzaron a toquetearme y golpearme
con las culatas de los fusiles:
-Maricones de mierda, asquerosos, pecadores,
hijos de puta, jediondos, guarras, rojos, cobardes- y más insultos que no puedo
recordar porque perdí el conocimiento, solo recuerdo despertarme llegando al
campo de concentración de Gando con el cuerpo destrozado, de donde no salí
hasta el traslado varios años después a la cárcel de Barranco Seco, en los dos
sitios sufrí todo tipo de abusos y violaciones por mi condición sexual, jamás
olvidaré al amor de mi vida, jamás perdonaré a los que destruyeron mi
vida..."
Fragmento
del testimonio de Luis Báez Benítez, preso político canario, entrevista
realizada por Francisco González Tejera en Lavapies, Madrid (1991).
Imagen: "Impunidad que tortura". A 20 años de la despenalización de la homosexualidad en Ecuador. Por Carlos E. Flores; Ilustraciones: Mónica Rodríguez. |
Me afecta muchísimo tu blog, todas tus entradas son demoledoras. No soy de ir poniendo comentarios, no suelo comentar en ningún sitio, por eso no comento. Perdóname. Sólo quería que lo supieras.
ResponderEliminarMuchas gracias Berta, no te preocupes por no comentar, estás presente aunque no comentes, solo con leer estás y formas parte de este rincón de letras y esperanza. Nada que perdonar, te agradezco inmensamente tus palabras. Un fuerte abrazo!
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