Los dos
habíamos pedido a nuestra gente cercana reposar algún día en esa brisa fresca
de Tamadaba, hoy por casualidad tras mi felicitación de cumpleaños a mi amigo y
hermano Luis Carlos García Marrero, me dijo que esta tarde iría con su hija a
depositar unas flores en los acantilados del "Fin del Mundo" en
homenaje a sus queridos padres. Hablamos esta mañana de un lugar que sin
saberlo es tan especial para los dos, el sitio junto a la pre cordillera
Andina, allá en la Quebrada de Humahuaca (Argentina), donde más
profundamente he dormido, tal vez la energía telúrica de las piedras
ancestrales que formaron la isla, quizá que se aglutina toda la fragancia
mágica de los pueblos originarios que de alguna forma siguen habitando el
espacio más íntimo de la Madre Tierra. Mujer tenía que ser, Tamadaba, el
territorio más limpio de nuestros sueños, de donde jamás partiremos del todo,
solo tendrán que recordarnos en el último instante del rojo de la puesta de
sol.
Foto: Iván Cárdenes, tomada el 18 de agosto de 2012 |
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