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A mis hermanas Teresa y Candelaria, se las llevaron desde la primera noche de
la detención de mi padre, recuerdo como se abrazaban llorando a mi madre, ella
las aferraba con fuerza, pero los falangistas la golpearon en la cabeza con la
culata del máuser y la dejaron sin conocimiento.
No las he vuelto a ver desde
ese día de Navidad del 36, la gente me decía que las habían vendido los curas,
que alguien las había visto ese mismo día en el coche negro del jefe
falangista, Francisco Rubio Guerra, camino del chalé cerquita de Firgas que era
propiedad de Los Rosales.
Mi madre desde esa noche no volvió a ser la de antes,
a los pocos días me ingresaron interno en la Casa del Niño en San José, la
pobre se quedó sola en aquella casa del Lomo Verdejo, al lado del barranco
Guiniguada. La extrañé mucho los primeros meses y me enteré que le habían
prohibido visitarme, por lo visto venía todos los días y se ponía fuera
esperando que la dejaran entrar a verme, siempre la imaginé como una perrita
abandonada que busca la felicidad perdida. Jamás nos volvimos a ver, nunca supe
exactamente la causa de su fallecimiento, pero todo parecía indicar que se
había tirado por los acantilados de El Rincón, seguramente no aguantó tanto
dolor por nuestra perdida. Tampoco ayudo las visitas nocturnas que le hacía el
Fascista Francisco Bravo, yo sabía que llevaba desde soltera detrás de ella,
que se aprovechó de su soledad y el asesinato de mi padre para molestarla y
abusarla.
Hay días que mi nieta Rosita me lleva a esos riscos del norte de la
isla, allí aprovecho para lanzar alguna flor al mar..."
Fragmento
de la entrevista realizada por Francisco González Tejera en abril de 1987 en
Bocabarranco (Gáldar) a Teófilo Miranda Ortega, hijo de asesinados por el
fascismo en Gran Canaria.
Imagen: Una larga fila de españoles, cruzando la frontera de Francia en enero de 1939. |
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