"(...) Al periodista de Lanzarote lo estaba esperando el teniente Lázaro, que era uno de los jefes del campo de concentración de La Isleta. Lo traían en un camión de los terratenientes ingleses desde el muelle de Las Palmas junto a otros hombres detenidos de las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Desde que llegó vimos que Manuel Fernández destacaba por su altura, era un cachorro de hombre, musculoso y fuerte, traía una boina y una camisa blanca manchada de sangre por los golpes y la tortura desde que lo detuvieron en Arrecife el día anterior. El teniente fascista esperaba con las manos atrás golpeándose la rodilla con una vara que siempre llevaba a todas partes para darnos leña a los presos.
Eran las siete de la mañana y ordenó los Cabos de Vara que sacaran a todos los presos al exterior de los barracones, que se parara de forma inmediata toda actividad, incluso a quienes picábamos piedra en los trabajos forzados nos obligaron a sentarnos junto al barracón número 4, algunos en el suelo otros de pie, parecía que nos iban a sacar una foto, todos nos mirábamos extrañados pero el teniente alzó la voz y nos mandó guardar silencio.
Eran las siete de la mañana y ordenó los Cabos de Vara que sacaran a todos los presos al exterior de los barracones, que se parara de forma inmediata toda actividad, incluso a quienes picábamos piedra en los trabajos forzados nos obligaron a sentarnos junto al barracón número 4, algunos en el suelo otros de pie, parecía que nos iban a sacar una foto, todos nos mirábamos extrañados pero el teniente alzó la voz y nos mandó guardar silencio.
El camión paró a unos cien metros de nosotros bajando a patadas y culatazos a doce hombres, en su mayoría muy jóvenes, con la excepción de Justo Guadalupe el maestro de Teguise, que tendría unos cincuenta años y se le veía muy debilitado por el maltrato y el largo viaje desde la isla vecina. Lázaro se acercó lentamente y los detenidos estaban formados, parecían medios muertos, muy pálidos y con las cabezas gachas, solo Manuel Fernández el periodista lo miraba a la cara al teniente. El fascista dijo casi gritando:
- ¡A este hijo de puta me lo ponen aparte que lo conocemos muy bien!
Entonces dos falangistas y un Cabo de Vara cogieron a Manuel por los brazos a la fuerza y lo pusieron en medio del campo de instrucción, junto a la bandera española con yugos y flechas, llevaba las manos atadas a la espalda y se le veían las venas rojas por lo apretado de las sogas de pitera en sus muñecas. Lázaro con un gesto de la cabeza hizo que siete Cabos de Vara le rodearan con los palos, uno de ellos llevaba una pinga de buey.
Entonces empezaron a pegarle como si fueran salvajes, Manuel no gritaba, no se quejaba, solo recibía cada golpe en todo su cuerpo como si ya supiera que de allí no escapaba, Lázaro gritaba:
- !Como aguanta el cabrón¡
- Ahora escribe con tu puta sangre mal nacido bastardo, escribe sobre nuestro general Mola, escribe maricón, atrévete a insultar a los héroes de nuestra patria con tus asquerosos artículos.
De Manuel solo se veía la sangre y los ojos fijos en el fascista, chorreaba de rojo, la ropa era roja, todo era rojo, hasta que cerró los ojos, estaba muerto, se murió de píe, no se movía, los falangistas pararon de golpearlo, se miraban unos a otros asombrados, no entendían que aquel hombre pudiera aguantar el dolor con tanta valentía..."
Extracto de la entrevista a mi abuelo Juan Tejera Pérez el 5 de mayo de 1976.
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