"(...) El entierro de Braulio era pequeñito, solo íbamos mi madre, mi tía Rosa García, mis hermanos Paco y el pequeñín Lorenzo, nadie más se acercó a nuestra casa por miedo a que lo relacionaran con una familia republicana, caminamos desde Tamaraceite a San Lorenzo por el Camino Viejo, Lola García, mi madre, con la cajita de tomates con el bebé de cuatro meses dentro, era desolador, llovía mucho aquel 26 de diciembre del 36, ni siquiera el cura del pueblo vino a decir uno de sus rezos de difuntos, nadie nos miraba cuando empezamos a caminar desde la Carretera General hacia el cementerio, lo único que se escuchaban eran los llantos de mi madre y mi tía, el bebé parecía un muñequito, iba calladito, parecía sereno, tenía una pequeña sonrisita, la cabecita destrozada por el brutal golpe contra la pared del falangista, aquel hombre gordo vestido de azul que lo sacó de su cuna para asesinarlo.
En el cementerio el sepulturero se abrazó a mi madre jugándose la vida, había estado en la Federación Obrera con mi padre, pero no pudo contenerse al ver nuestra cara de dolor y la inmensa soledad en el entierro del angelito..."
En el cementerio el sepulturero se abrazó a mi madre jugándose la vida, había estado en la Federación Obrera con mi padre, pero no pudo contenerse al ver nuestra cara de dolor y la inmensa soledad en el entierro del angelito..."
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