miércoles, 4 de octubre de 2017

La visita a ninguna parte

El coche iba a llegando a las afueras de Camas en Sevilla, Sergi, Silvia y sus niñas Laia y Esther, decidieron parar en una gasolinera para comer algo y descansar, en el aparcamiento dos hombres les increparon por llevar matricula de Barcelona:

-Putos polacos de mierda, váyanse pa su tierra pishas hijos de puta- dijo el más gordo con una gorra de la selección española.

Las chiquillas atemorizadas se abrazaron a las piernas de su madre y Sergi solo los miró un segundo, no dijo nada, incluso les quitó la vista diciendo a su mujer que “subieran al coche” que “se iban”, que “no querían problemas”, en ese momento el otro hombre se le acercó y lo zarandeó empujándolo contra un camión cargado de cerdos vivos.

Le hizo una brecha profunda en la frente, mientras el otro tipo comenzó a darle puñetazos y cabezazos sin que el muchacho pudiera defenderse al estar conmocionado por el fuerte golpe en la cabeza, Silvia gritaba pidiendo ayuda, desde el bar con un letrero de Pepsi Cola se asomaron varios paisanos con botellas de cerveza en la mano, se limitaron a mirar, alguna sonrisa y comentarios jocosos sobre Silvia que les pedía ayuda:

-Tiene buenas tetas la puta polaca- gritó entre risas uno de los hombres con una cicatriz en la parte inferior del ojo derecho.

Sergi estaba en el suelo recibiendo patadas en todo su cuerpo, sobre todo en la barriga, la cara y la entrepierna, pidiendo que “por favor lo dejaran, que no les había hecho nada”:

-¡Arriba España cabrón separatista! -¡Mátalo ya hostias!- dijo el obeso conductor sudoroso del camión de cerdos, asomado a una ventana de la pequeña terraza del bar de carretera con un cubata en la mano.

Silvia le tapaba los ojos a las niñas, no paraba de gritar que “lo dejaran por favor”, que “dejaran de pegarle”, pero los hombres seguían dándole golpes y ya el chico nacido en Terrassa estaba sin conocimiento, en posición fetal, como tratando de evitar más golpes, más patadas, más puñetazos en cada centímetro de su cuerpo.

Varios de los clientes del restaurante se acercaron e hicieron un corro alrededor del cuerpo de Sergi:

-Está muerto cabrones, lo habéis matao cojone- dijo el operario de la gasolinera.

Varios de los hombres rodearon a Silvia, le quitaron a las niñas, la muchacha chillaba, uno la agarró por los brazos, mientras otro le hacía tocamientos en el pecho y las nalgas, otro le rompió el vestido dejándola en sujetador, a las niñas las encerraron en la parte trasera del coche.

-¿Nos la follamos y luego desaparecemos los cuatro cuerpos?- comentó con sorna uno vestido con ropajes militares que utilizaba para trabajar las tierras y cazar.

Sergi comenzó a moverse y arrastrarse hacia el coche dejando un reguero de sangre, Silvia se soltó medio desnuda y trató de ayudarle a levantarse, todos los hombres se quedaron parados, ninguno hizo nada, solo el de la gasolinera dijo que “los dejaran marcharse”.

Un jeep de la Guardia Civil salió de la trasera del bar, venía de una carretera de tierra entre olivos, pararon y se unieron a la turba y su espantosa juerga:

-Son polacos, son polacos- dijo un señor mayor con un mono manchado de grasa con aspecto de mecánico.

Los policías no hicieron nada, observaron como Silvia ayudaba a subir en el asiento delantero a Sergi, poniéndose al volante, dándole al contacto, intentando poner en marcha el pequeño Autobianchi, tras varios intentos sonó el motor, los hombres irrumpieron en carcajadas junto a los guardias:

-Corre puta, vete pa Polonia, que aquí semos hombres de verdad y te podemos dar por culo guarra- exclamó un joven con bigote, muy alto, con una camiseta de la olimpiada de Moscú 1980, celebradas un año antes de aquel intento de visita a la familia de Silvia en Albaida de Aljarafe.

Jamás llegaron a su destino, regresaron a Peratallada tras una parada en un pequeño centro médico de Castilblanco de los Arroyos, las niñas no hablaron en todo el camino.

http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es

Pintura de Estefanía Hernández Guerra "Miedo, si, miedo"

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