Sobre las
ocho de la noche no se sabe porqué pero Diego González comienza a quejarse,
habla de miedos ancestrales que le marcaron su vida, todo se complica al
ponerse el sol, es raro, no lo podemos entender, pero se planta en esa nebulosa
de recuerdos negros y no puede salir de ese túnel del terror:
-Va a pasar
algo, va a pasar algo, ya vienen subiendo por el callejón, son varios hombres,
escondan al niño, escóndanlo, que no lo vean, sáquenlo de la cuna, sáquenlo,
que no lo vean, que no lo vean- dice Diego en su delirio, siempre a la misma hora,
no puede olvidar, no puede perdonar a los asesinos de su hermanito de cuatro
meses aquel 24 de diciembre del 36.
Se
inquieta, ni la televisión lo entretiene, se levanta, comienza a asomarse a la
puerta que da al patio de las flores, mira la puerta, mira la calle, se mete
dentro, vuelve a asomarse, inquieto, asustado:
-Ya vienen,
ya vienen, oigo los pasos, va a pasar algo, va a pasar algo, escondan a
Braulito, mi padre Pancho no está, está escondido en las montañas hace seis
meses, no está, ya vienen, ya vienen, van subiendo la cuesta son siete hombres
de azul con pistolas y fusiles, escondan al niño, escóndanlo- vuelve a repetir
sin tranquilizarse, siempre a la misma hora, cuando el sol se pone y llega la
oscuridad.
Loba la
perra canela lo mira preocupada, también está nerviosa al verlo sufrir, se le acerca le lame la
mano, se tumba a su lado, se pone boca arriba como invitándolo a jugar, pero él
sigue mirando, acechando el callejón, la llegada de la Brigada del amanecer
cuando se acerca la noche, aquellos hombres que asesinaros a su hermano cuando
Diego tenía 11 años, la noche de Navidad, aquella Navidad sin turrones, sin
golosinas, sin alegría, sin esperanza, solos en la humilde vivienda,
entretenido junto a sus hermanos en ver pasar las estrellas fugases.
Varias
veces en Urgencias, allí parece tranquilizarse un poco cuando lo auscultan los médicos,
pero al volver se junta de nuevo el dolor, la confusión, el miedo, la boca
seca, sin saliva, en el instante que vio volar a Braulio contra la pared, los
gritos de los fascistas, los alaridos de Lola su madre cuando no se podía parar
la hemorragia de la cabeza del bebé.
Los
guardias civiles y falangistas abandonando el recinto tras el asesinato, la
Nochebuena más triste de su vida, por eso nunca la celebró, yo no lo entendía
pero luego supe lo que había pasado, por eso se quedaba fuera fumando mirando
al cielo, recordando al chiquillo, a su padre fusilado tras entregarse después
de la muerte de Braulio:
-Está
llorando un niño, está llorando, está llorando, va a pasar algo, va a pasar
algo, está llorando mi hermanito, ya vienen, escóndanlo, escóndanlo, van
subiendo, cierren bien la puerta, hay hombres fuera, mataron al perro, se
escuchó un disparo, mataron al perro, ahora vienen, ahora vienen, escóndanlo,
escóndanlo-
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Madre con niño asesinado (II) postscripto de "Guernica" (Pablo Picasso)

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