martes, 12 de septiembre de 2017

Si se abre la fosa del infierno

La profesora de lengua y literatura, María Rosa Lemus, contaba entre sus compañeros del Instituto de la calle Tomás Morales que en la fosa del cementerio de Las Palmas no solo enterraban como basura a los cientos de fusilados en el campo de tiro de La Isleta, también había asesinatos a pie de fosa ejecutados por falangistas y guardias civiles, el procedimiento era claro, dijo una vez borracho como una cuba en un bar de San José Diego Romero, antiguo policía local del barrio de Vegueta:

-Traían hombres de distintos puntos de la ciudad de Las Palmas cuando ya la tarde se mezclaba con la noche, los colocaban de rodillas ante el agujero y un falange o miembro de la benemérita iba disparando uno a uno en la nuca para que dos fascistas que iban detrás fueran arrojándolos al agujero a patadas, cayendo los cuerpos unos sobre otros y si alguno quedaba agonizante lo enterraban vivo-

Eran tiempos difíciles aquellos años 60 en el municipio capitalino, se multiplicaban las huelgas estudiantiles, cualquier excusa era motivo para manifestarse, paralizar las clases: falta de asistencia sanitaria en los centros, falta de material deportivo o escolar, eso ponía de los nervios a la mayoría del profesorado, mujeres y hombres colocados a dedo y sin oposiciones para formar a los jóvenes en la ideología fascista.

Rosita como le decían sus amigas y amigos más íntimos, los colegas docentes más cercanos, no paraba de contarlo todo, ella siempre decía que de niña vivía muy cerca del cementerio y que se acercaba con otros niños y podía ver ocultos tras los muros las numerosas ejecuciones diarias, desde 1936 a 1945.

Se extrañaba la profesora de que todo el mundo guardara silencio, incluso historiadores de la supuesta izquierda, incluso muchos militantes del PCE o del PSOE, le parecía vergonzoso que personajes que habían sufrido persecución y en algunos casos cárcel por varios meses ahora callaran:

-¿Qué oscuros intereses habían en este cementerio? Porqué estos tipos hablaban de que si llegaba la democracia había que exhumar los restos de los pozos de Arucas y Tenoya, pero la fosa de Vegueta no, hasta algunos se atrevían con la Sima de Jinámar, aunque luego con la borrachera en las fiestas de fin de curso se echaran atrás y bromearan con lo dificultoso de llegar a su fondo, que erróneamente creían que conectaba con el mar a la altura de la Marfea.

Un día gracias a un chivatazo de un compañero profesor del barrio de Escaleritas con apellidos vinculados a la pequeña burguesía isleña vino la policía preguntando por Rosita al instituto, este tipo era miembro del PCE en aquel momento, incluso había estado muy cercano al Comité Central en la clandestinidad isleña.

Rosita les hizo cara, les habló pausadamente con una tranquilidad pasmosa:

-¿Es que acaso una mujer profesora no puede contar la historia de lo que en esta ciudad sucedió hace unos años? Porqué no quieren que me exprese y le cuente a mis alumnos la pura verdad-

Al momento la esposaron y la sacaron con las manos a la espalda delante de todo el alumnado que en ese momento estaba en el recreo, se escucharon algunos gritos de apoyo ante las miradas atónitas de los policías y profesores del cercanos al régimen:

-Apunta a los que han gritado Giraldez- dijo uno de los profesores que presumía de ser de izquierdas y de estar contra la dictadura, esa fosa no se toca, hay demasiadas personas importantes enterradas ahí para que esta gorda esté removiendo mierda-

A Rosita la metieron en un jeep gris de la policía armada, se la llevaron a la comisaria de la Plaza de la Feria y de allí no salió en varias semanas, la tenían en los sótanos torturándola salvajemente.

La expulsaron de la Delegación de Educación y un día no se la volvió a ver, todo el mundo decía que se había marchado a vivir a La Gomera con una hermana de su madre.

La fosa común del cementerio de Las Palmas fue tabú y lo sigue siendo, decía en baja voz Manolo Hernández, uno de sus compañeros que la apreciaba:

-Mejor dejar las cosas como están porque si se abre Vegueta se abrirán las puertas del infierno-

http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com.es

Fosa común cementerio de Las Palmas en la actualidad con las fotos de
dos de los enterrados, el alcalde Juan Santana Vega y el sindicalista 
Francisco González Santana (Foto Revista Interviú)

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